nadar en el mar es como nadar en los sueños cuando uno sueña que gira sobre un pie sin parar o que es un pájaro el agua salada me sostiene y entonces es un poco como volar de a ratos esto de moverse entre la marea que ondula y lleva y alza y sus contrarios y no quisiera ser un pez para nada como quizás cabría imaginar cumbre de este disfrute líquido para ellos será como caminar este flotar a toda velocidad y las cosquillas de las burbujas que suben de las olas rotas una brisa nada memorable qué pérdida sería la de este regalo que reciben ahora de apreciar mis sentidos extranjeros de visita la maravilla de volver al agua deliciosa y con mis manos terrestres y mis pies caminantes abrirme paso así contenida entre el sol y la sal
paradigmas
Un día soñó que se olvidaba las partituras. La vergüenza frente a los compañeros que esperan es un castigo demasiado grande, se me hace ahora desde el día y con café. Por suerte estaba su papá, como tantas veces en la vigilia también, para darle una mano enorme y llevarla a recuperar los papeles a tiempo. Solo que -de lo contrario qué pesadilla trucha sería- al volver se daba cuenta, con un horror de música dramática de película sangrienta, de que faltaban los micrófonos también. Y, en realidad, al final no pasaba nada muy espantoso, porque el sonidista salvaba la situación con su propio equipo. Así eran los sueños antes, en el escenario sin ropa, la carpeta equivocada, aviones que se iban sin uno adentro, los olvidos. Ahora, en cambio, el hijo, que se obstina en caerse de la cama y otras alturas, que se pierde, al que se llevan, es también el que por las noches de manera protagónica fuera de toda discusión, dice además de mamá muchas otras cosas, crece en un segundo hasta su forma adolescente y camina conmigo -porque la tercera persona es una decisión mal fundamentada, me sincero- por una calle nocturna de película con callejones y me cuenta sus ideas sobre temas de lo más variados. Un cambio de paradigma reflejado de manera tan clara en el espectáculo nocturno que noche tras noche me entretiene, me asombra y me hace pegar cada susto…
las heladeras
en algunas casas
y no solo donde viven abuelas
hay cosas como imanes en la heladera
pegados y a menudo esos imanes son
un montón, comprobantes numerosos de pasos
propios o de pasos ajenos por tierras
lejanas algunas, otras no tanto
y se aferran con una tenacidad de molusco
al reposo termorregulado de los alimentos
y de la memoria y qué decir
sobre los volantes, las otras informaciones:
heladería cerrajero destapaciones
receta de pan de salvado un recibo
las facturas junto al talón del sorteo aquel
que no ganamos la foto tullida de salpicones
selección de retazos variopintos que decoran
ese pedazo de hogar útil y vivo, esa caja
fría con el cuerpo ofrecido claro, libre
al peculiar recorte de una sentimentalidad
que como quien no quiere la cosa reserva
muy específicamente fragmentos salvados
del tacho del olvido, de la transmutación del
reciclaje porque los recuerdos grandes están
todo lo que algo así puede estar a salvo y qué
bienaventuranza que haya algo como las puertas
de los frigoríficos, sus costados para atajar algo
de las miguitas que caen, esas nimiedades con las que
debe pasar algo como con las hormigas en el mundo
que si uno las pesa a todas juntas resulta increíble
el número, la cantidad, cuánto de lo que hay es
en realidad ellas y no por nada es tan difícil despejar
esas superficies, devolverlas a un blanco original que
es todo posibilidad y silencio primordial y entonces
algo de nuevo comienzo tiene la limpieza, que en el fondo
no es más que una muerte que hace lugar a una vida
la preparación de la tierra para que vuelva a brotar, imparable
y con la perseverancia de lo vegetal, una nueva capa
del palimpsesto de nuestros días
escribir
con el tiempo por alguna
razón fui perdiendo
la confianza en lo necesario
de muchos de mis actos
conforme fue gestándose una
semilla de silencio que riega
cada encuentro con lo necio
y con lo sabio en igual medida
pero igualmente vuelvo, me trae
de forma inevitable algo que
de no volcarse me haría estallar
por no decir lo peor: el olvido
tu suspiro antes del sueño
una huella de tu paso
el día abierto por tu sonrisa
fidelidad
tan pantalla todo
hoy, el rato libre también
y los proyectos, la creación
tan necesitado de baterías
todo, que asusta y ni hablar
de las profecías
porque algún día
el día que
entonces explota ese todo
tu hobbie incluido
tu sueño de escritor
felices tus paisajes capturados
tan frágil eso que
para colmo
elegimos confiar
de entre todo lo que existe
de entre todo lo que podríamos crear
a las nubes
y parece una joda
y que nadie respire demasiado fuerte
yo misma doblé en dos
y guardé mi aparato en su funda
caminé asimétrica por el peso
hasta esta mesa, pedí un café
y demasiado tarde fue darme cuenta
de que en vano imponer mi enchufe
a los tomas achinados de estos zócalos
de mi necesidad de conexión y la ausencia
de red alguna que la ataje, problemas
corrientes hoy por hoy
siglo veintiuno, papá
saqué entonces del fondo
del bolso como del mar un pescador
acaso traería un zapato o un
pejerrey o una corvina
el papel, que esperaba
fiel hasta la culpa, blanco
y sin reproches, dispuesto
a perdonarme otra vez
plazos
mucho de lo que
fue hasta hoy
fue para ya
ahora mismo
cien metros donde dar todo
un pique
intenso y después
después es una palabra
elástica, un enorme
saco transparente
a llenarse de cualquier
color, de todos, en el próximo
en el siguiente ahoraonunca
pero este que tengo acá
entre las manos como el calor
de una taza recién servida
este, este ahora me pide
en realidad: me obliga
a tomar aire
a aminorar la marcha
a pensar ritmo constancia resistencia
un paso y otro
y otro más
y tan de pronto todo
una mañana me desperté
con la maratón por delante
con la carrera de las cosas que son para siempre
y ahora
este, este ahora que es cada vez menos aquél
es a la fuerza cada gesto
pero reformulado
nuevas marchas para el aire
y la mirada del mundo
que nunca había sido así
este punto de vista que se esfuerza
por no tener apuro
si nada es para ya:
todo es para todos los momentos
y lo que descubro es otra forma de habitar
el segundo, cada milímetro hecho años
caminos que no tienen fin
y si se anda como busco
tampoco vértigo
vía láctea
cuidar la alimentación
en general
en particular
limitar la cafeína
por ejemplo
todo va
directamente
de mí
a él
cuidar el humor
en general
en particular
regular el estrés
por ejemplo
todo se transmite
todo es absorbido
recibido con bienvenida
qué mayor confianza
qué mayor vulnerabilidad
a la intemperie del mundo
soy refugio
y también el clima soy
nunca antes
esta generosidad:
doy lo que quiero
y lo que no
por igual
qué responsabilidad
qué fuera de mis manos
de estas palmas y estos dedos
que solo buscan ser hogar
y alegría y salud y pan y amor
tus ojos que se cierran
y me confían como un tesoro
dado libremente
tu sueño
mecedora (II)
se lleva el verano
río adentro la mecedora
acunando las tardes de a una
como lo haría el agua serena
los brazos de alguna madre
por kilómetros de vías
el traqueteo arremangado de un tren
soñoliento e inverosímil
tan simple se va
el verano esta vuelta
en los filos cálidos de este trineo
de perros invisibles
y nieve de ningún color
y nunca más compleja
y nunca más primordial
esta huida de los días
con el mayor tesoro
respirándome sobre la falda
mecedora
yo mezo
tú meces
¿tú meces?
no, yo mezo
tú me cuentas
de tus amores nuevos
y viejos y tus viajes
aquella larga espera
con el llanto al final
adelante
hacia atrás
te escucho en pleno
vaivén
es como flotar
este momento
la suspensión de tanto
otro mundo
la nutrición de éste
interior
al abrigo del sol
me mezo
lo acuno
las escucho
como en una visita
al cine porque
tampoco importa mucho
lo que diga:
la historia sigue
independiente
libre de mí
acaso igual que antes
solo que ahora
hacia adelante
hacia atrás
lo puedo ver
Varabéi
Los gorriones andan garroneando migas como siempre. Me gustan esos pajaritos, tan minúsculos, redondeados, una pelotita volátil cada uno, plumas y aire y una panza llena de restos de factura y algún bicho. Ayer visité a la abuela y me dijo que a ella no le gustan, que le parecen oportunistas y avaros, y entiendo por qué, aunque eso no cambia que me produzcan una gran ternura llena de diminutivos, en especial las hembritas, con su paleta de colores sobrios y sus inclinaciones de cabeza que parecieran preguntar algo, sus boquitas abiertas como de pichones hambrientos y ese andar de a saltitos que no deja adivinar que, ampliada la imagen, se apoya en unas patas de dinosaurio vuelto ínfimo y plumificado por los milenios.